Comencé a escribir sobre ti apenas me di con la sorpresa de hablarte. No te conocía y no pretendía conocerte. Fueron unas cuantas palabras las que intercambiamos, pero fueron las suficientes para darme cuenta de lo importante que podrías ser en mi vida.
Te vi cruzar la pista sin prisa, caminabas con un bolso marrón aferrado a tu brazo derecho. Andabas como sabiendo que estabas en la hora indicada y que no tienes ningún inconveniente en llegar tarde a tus clases. Parecías desorientada, tanto así como un extranjero. Mirabas a tu alrededor como acariciando con tus ojos cada imagen que un vacío paradero nos puede brindar. Eras diferente y me di cuenta al instante. No hacía falta entrar a tu facebook o hablar contigo. Me bastaba con mirarte, así te acariciaba también.
Te había observado durante todo el verano, unas vacaciones tiradas a la basura en una maldita academia que no me sirvió de nada. Compartíamos el único colectivo que podría llevarnos desde los alrededores de mi casa hasta la pre. Tú subías antes, yo subía después. Ya sabía la hora en que la combi te llevaba y me dejaba llevar por ti. Era un amor platónico, uno de esos que sabes que nunca lo vas a tener, pero que aún así admiras ese amor. Terminó la pre y pensé que mi admiración terminaría ahí, pues no ingresé y pensé en no postular otra vez a esa universidad. Lo último no se dio. Postulé otra vez, ingresé, pero no imaginé volver a verte.

Me entrometí en mi timidez y volví a ser el mismo de la pre, un cobarde, porque así me calificaban mis compañeros cuando les comenté sobre ti. ¡Eres un completo tarado! ¿Por qué chucha no le hablas huevón? Así me repetían incontables veces. Era un tarado de esos que pocos lo entienden y bueno en la pre nadie me entendía, por eso hice pocos amigos durante ese ciclo. Era obvio pensaba en ti y me distraía un culo, pensando en el porqué me arrastrabas y me dejabas tirado en mis sueños. Soñé varias veces contigo, ahí sí te hablaba. Creo que esa era la razón del porqué no te hablaba en la vida real. No quería arruinar esos sueños, eran tan hermosos, tan reales. Tan real como el momento que estaba presenciando. Me hablaste como en mis sueños.
Me viste sentado, esperando el carro vacío que me lleve a la universidad. Me hablaste y te sentaste a mi costado. No lo creía. Balbuceé algunas palabras mal articuladas. Fueron los nervios a ellos les eché la culpa. La situación estaba ahí y no podía escapar y me detuve a prolongar la conversación a ver en que terminaría. Ahora sí en mi alma se alejaba mi yo cobarde, en esos instantes parecía otro.
La conversación fluyó por unos 10 minutos, pues fuimos hacia la universidad en el mismo colectivo, un carro en los que caben todos apretados por la hora, pero entran. Encontramos felizmente un carro vacío apunto de llenarse. Nos subimos a ese carro y la conversación siguió. Me hablabas como si me conocieras de antes, como si las miradas cuenten como conversaciones; así hubiésemos tenido una vida que recordar. Me reconociste por mis anécdotas en la combi, como cuando me peleé con el cobrador, porque siempre nos botaba hacia el final del carro. Me repetía: Apeguense al fondo los de la pre. Nos trataba como basura y me recordaste ese momento. Por ese recuerdo, que lo hice sin pensar en el contenido que tenía ese instante para ti, me hablaste. Me recordaste y me tenías hipnotizado. Parecías a la de mis sueños, eras la misma. Tu carisma fluía, tu sonrisa era indescriptible para mí y para la literatura. Tus ojos, que en varias ocasiones chocaron con los míos, ahora los tenía en frente de los míos y no los quería dejar. Hablamos y hablamos sobre anécdotas en la combi, de mis notas en la pre, qué carrera seguía, cómo es la universidad (todavía me sentía un cachimbo), de cosas que adquieren mayor importancia en estos momentos.
Bajamos de la combi. No sabía tu nombre todavía y te lo pregunté antes de cruzar hacia la universidad. Suena raro, pero hablamos demasiado. Como si nos conociéramos de tiempo y no sabemos nuestros nombres. Me llamo David. Tú? Comenté algo nervioso. Ella agregó Romi. Cruzaste la pista diciéndome tu nombre, me miraste a los ojos y te alejaste lentamente, como mi cobardía.
Te alejaste de mí y del mundo. Tu paso por mi vida se hiso sentir. Las miradas y el poco tiempo que hablamos fue suficiente para darme cuenta de que lo hermoso no es duradero. Justo cuando empezaba una nueva vida, una nueva manera de verte ya no solo con los ojos. Justo cuando empezaba a sentirme vivo me tropiezo con tu imagen en el medio de la pista. Tirada, ensangrentada y conmovida por el violento choque con el imprudente conductor que no te respeto para nada. Ni a mí tampoco me respeto ni a tu familia. No respeto a nadie. Se jodió todo, absolutamente todo. Tu vida, la mía, la de tu familia y la del conductor, todo este conjunto de vidas ahora se lamenta, empiezan a reclamar desde un rincón por la injusticia, el dolor y el destino. Y créeme que no te dejo de escribir. Tu recuerdo palpita aún en mis sueños.
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